Se olvidó, señor Corominas, del albalat del Turia
Por Ricardo García Moya
EI truco es simple. Los del Instítut d'Estudis Catalans, para que en Bruselas ignoren al
valenciano, recogen nuestro léxico y lo introducen en sus diccionarios; de este modo enri-
quecen su idioma y liquidan el nuestro. El botín más copioso lo ha obtenido últimamente el doctor
Corominas con su Onomasticon Cataloniae, al capturar los nombres valencianos que se le ponían á tiro,
sin importarle el origen griego, latino, mozárabe y árabe de los mismos; o que fueran anteriores a la
existencia del principado sin príncipe. Es el caso de los topónimos de Albalat dels Sorells, de la Ribera o
dels Tarongers.
Armado de agresiva prosa (y criticando al arabista valenciano J. Ribera) da a entender que es inútil disentir
de su opinión sobre Albalat. Pero no es tan fiero el león como lo pintan, pues, sin ir más lejos, desconoce
el doctor Corominas que albalat era el nombre valenciano de una planta que, quizá, pudo influir en el
origen de los topónimos citados. (En todas las lenguas, la flora dio nombre a poblaciones: Formentera,
Palmera, Pinet, etc.) Así que, dejando textos inmersores, pasaremos a la documentación foral.
La acción se sitúa en 1612. EI P. Simón fallecía en Valencia a la simbólica edad de 33 años, celebrándose
exequias en todo el Reino. Hasta en la Catedral de Orihuela se exhibieron "versos en Lengua Valenciana".
(Martínez, F.: "Exequias del V. Simón". Orihuela 1612, f. 50) alusivos al sacerdote. También la
Universidad de la Virgen de la Sapiencia celebró honras por el P. Simón, con "romances en Lengua
Valenciana
". (Salcedo, D.: Breve relación. Segorbe 1614, p.193.) Y es en esta crónica de Salzedo donde
se incluye una composición que describe, en primera persona, un paseo por las frondosas orillas del
Turia, donde crecía el "albalat" sin el hormigonero entorno del "Vetges Tu".
Nuestro antepasado comenta que "ani un poch a divertirme, conforme tinch de costum. Ixquí per lo Portal Nou y
avallí per prop del riu" (p. 193). Con sentido del humor y en soledad, "com lo junch, poc a poc, men aní riu amunt".
Meditabundo, se sienta "en la voreta, en una pedra a mon guts". EI popular romance hace gala de un valenciano de
equilibrada expresión y gran simplicidad morfológica y sintáctica. Era una lengua madura, con el Siglo de Oro como
bagaje (aunque Bruselas lo ignore).
Lìbre de catalanismos que corrompen el valenciano con postizas complejidades gramaticales, los versos son de
lectura agradable, sin sobresaltos del indigesto mechado de TX, SS y TJ, o los barceloneses guioncitos en
consonantes geminadas. Tampoco aparecen los enclíticos aislados y demás parafernalia del Institut d'Estudis
Catalans. Por ejemplo, el poético paseante escribe "per Ilevarme" (por quitarme), sin la cursilada fabrista de
separar infinitivo y pronombre. Norma que agradece el lector.
EI paseante observa "los peixos tirant estufs" y escucha trinos de la "calandria, lo canari y la cadernera entre les
rames"; pero, especialmente, goza de las plantas que rodean el cauce del Turia: "Lo trebol, lo poliol, lo
albalat, lo almoraduix y lo mandastre" (p. 195).
Tras el prohibido "lo" surge el nombre de esa planta, el "albalat" -vecina del poleo, la mejorana y la
menta- que Corominas desconoce, a pesar de la tropa de inmersores que le ayuda en su cosecha en
campo ajeno. EI etimólogo divaga en el Onomasticon sobre los Albalat valencianos, asociándolos a
losas, caminos, pavimentos y naves de templos; pero ignora, ¡vaya fallo!, la existencia de este espécimen
de la flora regnícola.
En fin, los ríos siempre inspiraron a los poetas: el Tajo, en épica prosopopeya de Fray Luis de León,
habla al rey Rodrigo; Herrera canta al Ebro; el Pisuerga es loado por Gutierre de Cetina y, para
Góngora, es "citara doliente"; el sevillano Francisco de Rioja llamaba al Betis "gran lustre de
Occidente".
A nuestro Turia tampoco le faltaron octavas reales y cuartetos sublimes; aunque el popular romance
que nos ocupa tiene el valor de testimoniar la existencia de la lengua valenciana en 1614 y del botánico
nombre "albalat", para agobio del citado etimólogo.
EI anónimo poeta, si viviera en 1996, sería acusado por los inmersionistas de inventar el idioma. Cuando escribe,
por ejemplo, "grandea, servixen y ventacha" (no "grandesa, serveixen i avantage" com los de Canal 9),
utiliza la lengua viva, culta y literaria del Reino a principios de barroco. Saboreen estos versos (incluso la
curiosa metátesis de "exalandrina") y comparen con la macarrónica jerga de Canal 9: "Turia dichós,
digues quí será com tu; no y ha qui faça ventacha. En blanca arena, més de trenta colors junts; y la rosa
exalandrina, les mans puncha a qui la cull" (p. 195).
Y si a Bruselas sólo llegan libros como el Onomasticon Catalanoiae, ideados para liquidar la lengua

valenciana e imponer el catalán: ¿Cómo se enterarán de nuestra personalidad cultural e histórica? Lo
tenemos crudo, pues aquí mismo -en las bibliotecas y centros de enseñanza del Reino de Valencia- los
"progresistas" practican abiertamente la prohibición, secuestro, ocultación y rotura de cualquier libro o
revista que disienta de la inmersión catalana. Y, además, reciben subvención.
Las Provincias 29 de Noviembre de 1996