Panduro y la lengua valenciana
Ricardo García Moya
Situémonos, si gustan, en 1794, meses después de que en Francia guillotinaran a Luis XVI. Aquí, en el Reino, Batiste Escorihuela se preocupaba por el idioma valenciano, exponiendo en un `coloqui´ las vaguedades del compatriota que, cursi e ignorante, cree que: “ni tenim Pare nostre, com diuen els catalans” (Escorihuela: Reflexiones críticas, 1794). A lo largo del manuscrito, otros personajes asumen la defensa del “idioma o lengua valenciana”, que sería “la més noble, más breu, más clara y antiga”, aunque lo más emotivo es la apasionada actitud de una valenciana: “Yo seguixc parlant aixina/com se usa en la nostra terra”. Respecto a que no teníamos “Pare nostre”, como propagaba Cataluña, no era cierto.
Nacido en 1735 -coetáneo, por tanto, de Escorihuela-, vivía en Roma el jesuita Lorenzo Hervás Panduro, bibliotecario pontificio y erudito riguroso que se pasó la vida estudiando hebreo, latín, alemán, italiano, danés, filipino, vasco, etc. Su conocimiento filológico hizo que fuera considerado “padre de la filología comparada” por Menéndez y Pelayo, siendo admirado por Max Müller y Humboldt. En su residencia romana, el jesuita fue polo de referencia de los lingüistas europeos que le solicitaban y, a su vez, remitían información. Fallecido en Roma en 1809, allí quedaron miles de folios con sus indagaciones y, como es lógico, entre ellas se hallaban las concernientes al idioma valenciano. El imparcial sabio no era un virtual Bernard Navarro Weiss, o un vulgar mozo de espadas del diario Levante -como el Nelet S. Chardí-, que tratará de rebajar el idioma valenciano al nivel del panocho, ampurdanés, aranés o andaluz, por el contrario, el jesuita consideraba a nuestro idioma a la par que otros europeos, y así consta en sus notas: “Italiano, Portoghese, Valenziano, Francese (Archivo Comp. Jesús, Roma: Ms. H. Panduro, Leg. Opp. NN. 342, f.18)”. Desde la biblioteca del Quirinal, rodeado de jardines papales y arquitectura de Bernini, mantenía correspondencia con estudiosos que le mandaban datos lingüísticos. Panduro anota, por ejemplo, que “bascoll” es palabra valenciana, y que “llac” equivale al catalán “stany”, pero entre los papeles romanos encontramos, ¡qué casualidad!, el Padrenuestro en lengua “valenzana” y, en otro apartado, en “catalana”. Por tanto, sí teníamos “Pare nostre” y en él observamos, como es lógico, que está ausente el pronombre “nosaltres”, que sí aparece en la versión catalana. En la valenciana figuran sustantivos como “reyne” y demostrativos como “este”, aunque el mayor valor del documento es el testimonio de que el idioma valenciano -no dialecto- era reconocido por los lingüistas europeos. Es evidente que los filólogos que leyeran los manuscritos de Escorihuela constatarían que usaba léxico, morfología y sintaxis independientes del catalán: “nosatros, vosatros, chiquets, choguets, bascoll, estic en Valencia, que fasa ensayo en atres poregosos, a donárlila tornem, li ofeixc...”. Como dato anecdótico, Escorihuela es el primero que expone la oposición entre el valenciano “chocolate” y el catalán “xocolata” (f.23.).
En contra de lo que propaga la inmersión, el idioma valenciano era reconocido por los lingüistas europeos, y la supuesta unanimidad de los actuales es otra falsedad; p.ej., hace unos meses, Francisco Rodríguez Adrados, académico de la RAE, al razonar sobre el castellano aludía al “catalán, vasco, gallego y valenciano” (ABC, 1-6-2001, p.3); Adrados demostró tener valor al citar nuestro idioma, pues el monstruo de los 50.000 parásitos que viven de la catalanización posee histéricos espolones mediáticos.
Teníamos Pare nostre en el XVIII, pero la antigüedad de la oración en idioma valenciano era considerable. Nos tenemos que remontar al 1400, cuando el rey de Valencia solicitaba traducciones valencianas de fray Antoni Canals. El 15 de octubre de 1399, el rey Martí pide “lo libre Valeri Maximo scrit en pergami” (ACA, reg. 1.140, f.145), un mes después, otra misiva dirigida al “maestre Anthoni” comunica que ha recibido ciertos cuadernos. En las cartas del monarca hallamos voces y recursos sintácticas que hacen gruñir a los de Ascensión, pues escribe: “nostre archiu, segons nostre juhi, moros infels, galees, maravellós, en Valencia, orde, en Berberia, esta nit, en Roma, multitut de gentils e jovens homens”, etc. Los filólogos catalanes hablan de un “Pare nostre” medieval, pero ocultan que es el traducido por fray Antonio Canals al valenciano, labor que realizó ante Pere dArtée en su celda del convento de dominicos de Valencia. El 15 de abril de 1406, el rey Martí pedía esta oración y en el prólogo del manuscrito, Canals nos habla del “pater noster” con voces como “yo”, “ya”, “spirit”, “divinal bonea”, etc.
El afirmar que no teníamos ni Padrenuestro confirma que la guerra psicológica de los catalanes contra el idioma valenciano no es un invento del diario Levante y el Información de Alicante, sino una técnica de tradición arraigada. Por curiosidad he querido ver lo que dice la Gran Enciclopedia Valenciana (obra que, como el uranio, es de efectos nocivos retardados), sobre las valiosas traducciones del latín al valenciano efectuadas por el “maestre Anthoni Canals”. Como era de esperar; la redacción es meticulosa, pero silencia que las versiones del Valeri Maxim y el Pater Noster fueron al idioma valenciano.
Nos están aplastando entre catalaneros y castellaneros. Aquí, entre mis colegas, hay una profesora de Historia muy, pero que muy alicantina (dice ella), hija de cordobesa y salmantino. El otro día, entre jadeos y maldiciones, comentó ante testigos: “Esto es horrible, Alicante está lleno de moros, valencianos y chinos”. Hay que aclarar que vive en la calle Italia, junto a la estación de autobuses y, por lo visto, no soporta que los valencianos que van y vienen de Novelda o Busot hablen en otro idioma que el español. Otra agresión es la que diariamente soportamos en el Canal Noi: el domingo, un comisario-locutor, fingiendo espontaneidad, gritaba: ¡Están dien campió, campió, campió!”, pero lo único que se oía era: “¡Valencia campeó, campeó, campeó!”. Como sabemos, “campió” es voz norteña, de aquellos que dicen que “no tenim ni Pare Nostre” y, desde hace más de un siglo, en 1871, Escrig sólo daba “campeó” en su diccionario. De todas formas, buscan que nos pase como a Sento, un coetáneo de Panduro que después de viajar fuera del Reino, confuso, dice: “Creurás que no me enrecorde de parlar en valenciá” (León, Carlos: Rahonament entre Tito y Sento. Valencia 1797).
Diario de Valencia 26 de mayo de 2002