¡Oh. la sintaxis catalana, oh!
Por Ricardo García Moya
En los cuadernos catalanes Gripau se recomienda usar a los estudiantes
valencianos la construcción: "Andreu vindrá divendres" (Gripau. Generalitat
Valenciana, 1996, p. 30). Esta carencia de matices gramaticales es admisible en robótica y
chistes de apaches ("rostro pálido, tubo de fuego"), pero el idioma valenciano goza de recursos
sintácticos para desterrar anfi- bologías y expresar con dulzura y exactitud el mensaje verbal.
Por el contrario, el esperanto inmersor chirrfa por falta de lubricante preposicional, deformación
del engranaje léxico autóctono y debilidad en la batería de articulos, al faltar el lo clásico. Esta
chapuza que genera perplejidad en las tardes futboleras ("Fernando passa Romario")
germinó en las Ramblas a principios de siglo.
Hacia 1900, en las tertulias barceloninas se hacía insoportable un hecho:
la sintaxis castellana y catalana eran iguales. Los del Avenç maquillaban lo
que podían: separaban geminadas (col-loqui, il-licità, cagarel-la, etc.);
agrupaban consonantes para germanizar la morfología; aislaban enclíticos
(veure-us); substraían arcaísmos valencianos, castellanos y occitanos
(baladre, clóchina, chulla, caserna, feble, llur, nafrar, conquerir, dues,
tellina, etc.) e incluso inventaron o tomaron del francés e inglés los amb,
esport, desenvolupament, etc.; pero el diablillo chauvinista repetía: "Tenéis
idéntica sintaxis que los castellanos".
Esta llaga fue cauterizada en el congreso de 1906 por un Miquel Costa i
Llobera que, alborotado, comunicaba "un estudi importantíssim": la eliminación de la
preposición a del complemento directo, ya sugerida por Alcover: "de este modo
combatiríamos la opinión de que no tenemos una sintaxis distinta a la castellana" (Costa
i Llobera, 1906, 119). ¡Así de fácil! Ahora podrían visitar Madrid con la cabeza erguida, sin que
los cenizos del 98 les recordaran la igualdad sintáctica de las lenguas romances de España
(con perdón). Ignoraba Llobera que su norma "importantísima" también fue arcaísmo
sintáctico castellano, gallego y valenciano. Todos poseían casos de complemento directo sin
la preposición a delante del acusativo en tiempos en que la sintaxis titubeaba entre las
declinaciones latinas y la progresiva sustitucibn por preposiciones. Y no sólo en el medievo,
Lapesa recuerda que, en pleno Siglo de Oro castellano, Quevedo escribía: "acusaron los
fariseos la mujer adúltera"; y el madrileño Lope de Vega usaba también la sintaxis (¡ejem!)
catalana: "no disgustemos mi abuela".
EI remiendo sintáctico se oficializó en el Reino tras la Guerra Civil,
cuando las instituciones culturales franquìstas financiaron la "Revista
Valenciana de Filología", en la que don Martí de Riquer (futuro preceptor de don
Felipe sobre temas como Azorín y Tirant lo Blanch) y el Institut d'Estudis Catalans (Bohigas,
Casacuberta, Badía i Margarit, Gulsoy, etc.) impusieron su ley. En aquellos días de lítico
mendrugo y jarabe de palo, el activo Carles Salvador introducía la gramática de Fabra (como
destaca la Enciclopedia Catalana), y publicaba con el aplauso de las autoridades franquistas
el "Petit vocabulari" en 1943. Su labor catalanista fue premiada por la Diputación de Valencia
en 1951, año en que dio a luz su falsa Gramática Valenciana con léxico del Institut d'Estudis
Catalans: avui, aquest, avi, dues, amb, meva, tardor, etc. En ella introducia la norma de
Llobera: "el complemento directo o causativo se une al verbo sin preposición" (Salvador,
C.: Gramática. Ed. Eliseu Climent, Barcelona, p.141 ).
Los catalanes despreciaron esta chapuza, pero los integristas de Canal 9 y
la Literaria la enarbolaron como estandarte del cientifismo filológico, escudándose en la
autoridad de un Carles Salvador que ordenaba escribir: "Antoni ha vist Maria", no como
construimos los valencianos: "Antoni ha vist a María". De igual modo, la Gramática de
Bromera y la Generalitat ampliaba el error: "aunque coloquialmente se usa con frecuencia la
preposición a como elemento introductor del complemento directo, éstos se introducen
generalmente sin preposición: "ajudarem els nostres amics" (p. 198). También la revista
mimada por la Diputacibn de Valencia (donde compite publicitariamente con la Generalidad de
Cataluña y Freixenet) usa la sintaxis apache: "El president del GAV ha advertit Xavier"
("Saó", setembre, 1997, p.17).
En su gramática, además del gazapo sintáctico, Carles Salvador prohibía
a los valencianos hasta la palabra Micalet, por "viciosa" (p.191 ). EI líder del
catalanismo franquista despreciaba testimonios como el expresado en 1656 por Marco Antonio
Orti, cronista de la Ciudad y Reino: "Micalet, que en lengua valenciana es el nombre
diminutivo de Miquel" (Orti, M.A.: Segundo Centenario, Valencia 1656, p. 206).
Y hablando del Micalet. La noche del 29 de octubre, tras el programa
Negro sobre blanco de Dragó, comenzó la emisión de una joya de la arqueologta
cínematográfica: "La boda de Ouinita Flores", estrenada en 1943, el año en que Carles
Salvador publicaba su "Petit vocabulari". Pues bien, durante veinte eternos segundos
permaneció la imagen del Micalet -símbolo de la productora valenciana CIFESA- sin sonido.
Algún progresista censor había eliminado los 20 segundos del complemento directo musical de
la imagen. ¿Adivinan cuál era? La bélica y solemne Marcha de la Ciudad y Reyno, con
timbales y clarines, que Serrano adicionó al himno regional. La esporádica mudez fue tan
fortuita como el vestidito de barras rojas y amarillas que, casualmente, decora el programa
Tómbola; o los invitados catalanes del Parlé vosté, incitados a hablar en catalán para que la
inmersión no decaiga.
Las Provincias 9 de Noviembre de 1997