"Normalizan" a la Virgen de la Sapiencia
Por Ricardo García Moya
Qué sorpresa. Un folleto sobre la Universidad de Valencia mostraba otra vez la
Virgen de la Sapiencia, la venerable Patrona que Lapiedra suprimió del escudo. En el
nuevo, la imagen aparecía sedente y con el Niño, similar al modelo iconográfico de
1733; aunque faltaban detalles, como el Libro de la Sabiduría y la frase alegórica "Sedes
Sapientiae".
¿Se habrían atrevido en la Universidad a desafiar a los mandarines que alteran
simbologías? Ni de broma. La composición se trataba, simplemente, de otro atentado
cultural a la tradición mariana del Reino de Valencia, al habérsele añadido cuatro barras
a la figura; de este modo, la joya iconológica conocida como Virgen de la Sapiencia la
"normalizan" en la Virgen de Cuatro Barras (sin corona, por supuesto). Esta
manipulación, es obvio, hunde raíces en el colectivo que quiere integrar la Iglesia
valenciana en la catalana.
Hay guiños estilísticos que cantan la intencionalidad del ideólogo; así, la Virgen de
Cuatro Barras recuerda excesivamente al modelo montserratino; huyendo del de la
Virgen de la Sapiencia valenciana, que enlazaba antigüedad clásica y renacimiento en
una aventura iconológica que apasionaría a Panofsky.
La figura prohibida por Lapiedra y sus iconoclastas era la cristianización de Minerva,
pagana divinidad personificadora del "alma superior", esto es, razón y sabiduría... pero
que no exhibía cuatro barras, ¡vaya fallo! y sus alegorías estaban en valenciano o latín.
EI lamentable escudo representa a una nueva Facultad de la Iglesia, adscrita a la
Universìdad Politécnica de Valencia. Por respeto a la institución (y a mis admirados
clérigos Guinot, Alminyana, Castell y, especialmente, a mi amigo Fernando arcipreste de
Muchamel) no calificaré el entuerto, pero ya es hora de que las autoridades
eclesiásticas recuerden a sus miembros (los que brindaron con cava cuando Lapiedra
eliminó la Virgen de la Sapiencia) que hay objetivos más evangélicos que catalanizar
el Reino de Valencia.
Fomentan el gamberrismo cultural al sonreír cuando los ultra catalanistas ensucian el
cementerio de Burjassot, o roban la Real Señera en la torreta del Campello. Hav
mucho místico sardanero en la inmersión. Quizá, la razón de encontrar tanto eclesiástico
encargando escudos de cuatro barras, o ensalzando al Institut d'Estudis Catalans, pueda
estar en el ocio que padecen. En la época foral no se dio un sólo caso de cura que
cayera en la degradación catalanera, e incluso componían "versos en lengua
valenciana: A la Mare de Deu de la Sapiencia, protectora de aquella Universitat"
(Bib. Nacional de Madrid. Ms. 3.746, f. 602).
Cierto es que en la época foral tenían eficaces remedios contra la molicie. Por ejemplo,
el desfaenat que encargó el diseño de la Virgen de Cuatro Barras, cuando sufriera
tentaciones de volver a pecar contra el Reino de Valencia (en horas nocturnas, después
de cebarse en Ca'n Bermell con pelas del pueblo) debiera imitar al franciscano Andrés
Margil, el cual, "en las horas más quietas de la noche, abría la sepultura, y
poniendo la cabeza dentro de ella, apacentaba el olfato con la hediondez que de
los cadáveres salía".
EI asceta Margil -en su convento de la Corona, cercano al Turia- tenía cementerio a
pie de celda, algo que no disponen los redactores de Saò y los ideólogos de la Virgen
de Cuatro Barras; pero -cuando el turbador Belcebú Pujol les tiente con la inmersión-
podrían arrearse en los lomos unos "dos mil açotes de sangre", como hacía en 1690 la
carmelita Mariana Díaz -valenciana de Oriola- con latiguillos acabados en "rosetas de
agudas puntas" confeccionados por ella misma. ( Panegírico. Orihuela, 1705, p. 59).
Ahora en serio. La supresión de la Virgen de la Sapiencia fue una operación
planificada. Valga de ejemplo la actitud de ciertos inmersionistas como Evangelina
Rodríguez, la cual, en su libro sobre la Academia de los Nocturnos se le ve el plumero
en las eruditas anotaciones sobre el poema dedicado a la "Nuestra Señora de la
Sapiencia". Divaga sobre Platón, San Isidoro, el caballo Pegaso y el sursumcorda, pero
oculta lo fundamental: que era la Patrona de la Universidad de Valencia (Rodríguez, E.:
Actas de la Academia de los Nocturnos, 1988). La panfletaria obra se editó en 1988, en
plena cruzada contra la citada Virgen, sufragando gastos la Diputación de Valencia; o
sea, el contribuyente.
No quiero ser alarmista, pero lo de la Virgen de Cuatro Barras puede ser el inicio de
los disparates que preparan los dirigentes bloqueros de la Universidad de Valencia para
celebrar el 500 aniversario de la transformación en Estudio General.
Son pocos, pero controlan todo: enseñanza, Iglesia, secciones culturales de las cajas
de ahorro, etcétera.
Las Provincias 16 de Junio de 1996