Navidad, erotismo y cava
Ricardo García Moya
Entre villancicos y zambombas retozan la juguetona Venus y el travieso Eros. En la memoria que los jesuitas destinados en la India remitieron al valenciano Don Juan de Borja, del Consejo Supremo de Portugal y Jefe de Estado de su Majestad, leemos: en la fiesta del Santo Nacimiento del Niño Jesús hicimos un Pesebre devoto, lleno de muchas cosas y misterios de la Divina Escritura. Todo iba bien, con el virrey presente, y ocurrió lo imprevisto: estando una mujer delante del santo Pesebre, le brotó la leche con tanta furia que no la pudo retener, a vista de todos, por andar con los pechos mal cubiertos. Hubo grande bullicio entre la gente que acudía a ver lo que era. Respondió la mujer que le habla causado tanta devoción el Niño Jesús, puesto en los brazos de la Virgen, que le reventó la leche con deseo de darle de mamar (Relación de los Jesuitas en la India, año 1604, p.52)
Esta anécdota navideña no era infrecuente. En un legajo de la Inquisición leí algo similar en la declaración de una monja encausada por asuntos místicos: viendo mamar al Niño Jesús, sintió henchirse sus pechos de leche y después recogerlo en sus labios (AHN, Leg.4504, D.11). Las religiosas trataban de impedir estas situaciones, siendo buen ejemplo el de la carmelita Risón, nacida en la plaza del Mercado de Valencia en 1646: se hizo un jubón entretejido por dentro de unas cadenillas de hierro, que tenía puntas de lo mismo. Para los pechos, una cruz de hierro de dos dedos de ancha, con 185 puntas (Vida de Margarita Risón, gloria de la Nación Valenciana. Valencia 1697). El dolor evitaría bochornosas situaciones y fantasías sobre la lactancia que, pese a todo, sucedían: estando en oración, vino la Reina Celestial sobremanera hermosa... deseando esta persona alcanzar alguna gotilla de santa leche, como de los virginales pechos manaba y se vertía sobrando de los dos, le fue concedido llegar a lamer de allí una gota de aquel suavísimo licor (Vida de fray Pedro Nolasco. Valencia, 1620, p.95).
Otros creyentes añadían jovialidad al lácteo asunto. Así, en el altar construido en 1663 en la actual plaza del Ayuntamiento de Valencia, los franciscanos idearon este enigma: pintose un medio cuerpo de mujer muy hermosa, muy escotado de pechos, y a Escoto arrodillado delante de ella. Aquellos frailes no eran como los de Saó -dedicados en alma, pancha y subvención a catalanizarnos-, sino que usaban la lengua valenciana junto a la castellana. El jeroglífico de la joven exuberante y el británico Escoto era acompañado por una Letra valenciana: Mireu, fillets valencians / que tinc lo Escot en los pits / perque mels fa molt polits (Valda:
Fiestas, 1663, p.305).
El fino erotismo y el idioma valenciano estaban armoniosamente unidos en 1663. Ahora, la sensualidad de Punt 2 y Canal 9 que llega al currante está ensombrecida por la jerga del Institut dEstudis Catalans y butonis de saldo como Karmele Marchante. Cuando era independiente la lengua valenciana, en las crónicas de festejos se aludía, por ejemplo, als jagants; ahora, nuestra Generalidad obliga a escribir la corrupción catalana gegant para conservar, dicen, nuestras señas de identidad. Desprecian que las voces clásicas valencianas eran gigant y jagant (del latín gigus), que así aparecen desde Joanot Martorell a Escalante, como reconoce Corominas: valenciano jagant (DCECH), y Gulsoy: En la Edad Media son casi generales gigant y jagant. Este (jagant) es todavía general en el RVal. (DECLLC, 1992) El todavía quiere decir que dentro de poco ya no lo será, pues la inmersión de la Generalidad prohíbe jagant e impone la corrupción catalana gegant.
En 1663 los franciscanos escribían: fer la salva al amaneixer (p.68), con el verbo amaneixer que ahora persigue la milicia taranconiana. En metáfora mística aludían al borró universal (p.281), que la inmersión convierte en el catalán "esborrall". Los estudiantes son alimentados con avecrem idiomático del IEC. Nadie les dirá que el valenciano era independiente y que el catalán asimilaba voces de nuestra lengua. Ejemplo de ello es la voz brindis, germanismo similar a bigot (bi god, por Dios), que los valencianos compañeros de armas de los lasquenetes tudescos asimilarían en el XVI. El brindis derivado de la frase alemana bring dirs estaba integrado en el idioma de los alegres franciscanos del barroco: per la festa va este brindis (p.353). El catalán lo asimiló posteriormente, apareciendo en el diccionario de Lacavallería (año 1695), un señor que mangaba palabras valencianas, castellanas y provenzales.
La lengua valenciana también acomodaba léxico alusivo a productos del Imperio. En el texto de 1663 hallamos el sustantivo tacamaca en versos con bastante carga de profundidad, al usarse esta resina contra dolencias venéreas: pera qué te la tacamaca (p.201). Dejando la insólita ironía franciscana, el nombre de resina y bálsamo de tacamaca procedía del náhuatl, documentándose en castellano como tecomhaca y tacamahaca, siendo la forma valenciana de 1663 la que se adoptaría definitivamente. En catalán no se encuentra hasta el tardío 1803, en el diccionario de Belvitges.
Volviendo a la Navidad, es curiosa la capacidad catalana para apropiarse de la cultura ajena y acuñarla como propia. Nuestros vecinos comenzaron hace medio siglo la elaboración de espumosos copiando el proceso de los franceses de la Champagne, y hubieran acabado diciendo que ellos fueron los inventores del champán, como pasa con la paella o el allioli; pero Francia corto de raíz el hurto y les prohibió usar la denominación champagne. La nueva voz que seleccionaron fue cava, que ellos suponen que es sólo catalana, olvidando su raigambre valenciana y castellana. Equivalente a cueva y bodega, se remonta al romance medieval, aunque a partir del 1700 estaba asociada especialmente a los gitanos del Sacromonte granadino, incluso en piezas literarias como La boda en la cava de los gitanos, que el castellano Juan Felices del Castillo escribió en el siglo XVIII. En valenciano clásico tenemos: aquell riu fondable, ab cava tan profunda (Vinyoles: Obra a Sant Cristofol, any 1498), y tampoco nos falta la primera documentación del plural caves" (Esteve: Liber, 1489). El sustantivo cava (cueva, bodega) es patrimonial del idioma valenciano, por lo que no comprendo que se impida llamar vino de cava al que en tal sitio se elabora. En fin, en esta Navidad no pienso beber cava cabezón del condado; pero, lamentablemente, si el del Reino se anuncia con corrupciones catalanas como amb, me tendré que dedicar a lo clásico: sidra y mistela.
Diario de Valencia 23 de Diciembre de 2001