Montoyas y gripaus
Ricardo García Moya
Después de superar la sorpresa por extrañas erratas (p.e., en el artículo El poeta García se transformó hacendosos en un haciendosos de Gil y Gil), pasamos a felicitar a la Generalidad valenciana por enviar -como todos los años- a los centros de enseñanza los cuadernos Gripau (sapo, en catalán); con notas gramaticales y léxico del Institut dEstudis Catalans para que los estudiantes valencianos completen su deformación. Los Gripau confirman que para catalanizar eficazmente ya está la Generalidad; no hace falta un ayudante como Eliseu Climent. Aquí se catalanizan batracios, minerales y vegetales.
Hace tres siglos, María Montoya que va en compañía de una escuadra de gitanos (A. Hist. Nacional, Tnq.Leg. 4504, julio 1710) timaba a Félix Navarro y a Vicenta Borja, dueños de una alquería. Al año siguiente, la misma Montoya disfrazada en traje de la tierra, con manto y basquiña, (AHN, Leg. 527,11 marzo 1711), organizaba el mayor escándalo de la historia del convento de la Encarnación de Valencia, al hacer creer a Sor Manuela Bellvis, carmelita descalza, que dixo tener 27 años, que haría invisible con un conjuro a su amante Don Diego Mercader: de manera que entrando en clausura y saliendo, nadie le vería aunque todo el mundo estuviese presente. La Montoya dejó sin blanca a la carmelita; pero nos quedan las actas del proceso, auténtica novela picaresca.
El apellido Montoya no es exclusivo de la etnia calé, ya que el doctor en Filología catalana En Brauli Montoya (Novelda, 1956) parece que está más emparentado con los arios catalanes. En sus libros subvencionados por la Diputación de Alicante o la Universidad de Valencia vende catalanismo y manipulación de conceptos. Así, cuando trata sobre el idioma en Elda recurre a la autoridad de Cavanilles para engañar mejor a sus paisanos. El citado Montoya escribe: Cavanilles en el seu recorregut pel sud del País Valencia a la fi del segle XVIII, ja es confirma que a Elda no es parla catalá. IV, p. 267 (Montoya, B.: Variació i desplaçament de llengües. Dip. Alacant, p. 203).
Ni María Montoya habría camelado mejor. Comparen lo dicho por Montoya con el texto original de Cavanilles: ...hablan mal castellano como los de Aspe y Elda, por la inmediación a pueblos donde sólo se usa el valenciano; idioma general en todas las poblaciones de este libro, si exceptuamos la huerta de Orihuela y las citadas villas de Elda, Aspe y Monforte (Cavanilles: Obs. Sobre la Historia Natural del Reyno de Valencia. Libro IV, Madrid 1797, p..267). Estas alteraciones son las que gustan a nuestra Generalidad, cambiar Reino por país e idioma valenciano por catalán. Montoya es producto de la Universidad catalana de Alicante. Su mentor Menéndez recuerda al alumno Montoya que le seguía fuera de las aulas para pedirle questionaris de lAtlas Lingüístic del Domini Catalá.
El original de Cavanilles ofrece un valioso glosario de sustantivos botánicos en cuatro lenguas: En la primera columna van los nombres latinos, en la segunda los castellanos, en la tercera los valencianos, y en la quarta los franceses (IV,p. 323). Actualmente, los nombres en idioma valenciano son catalanizados a capricho del IEC. Los colaboracionistas alteran morfología o simplemente los excluyen de los diccionarios que la Generalidad edita con dinero de los impuestos.
El requisito ideal para la edición subvencionada es la catalanización del texto, sean ensayos sobre las garrapatas del cerdo o los sobacos de Cristina Tárrega. En Les formacions vegetals de la ciutat d Alacant (Ed. Generalidad y Ayuntamiento de Alicante) los colaboracionistas Carles Martin y Daniel Climent actúan como el Montoya, mintiendo sobre Cavanilles. Si éste escribe Agrostis punchosa, ellos lo cambian por punxosa (Les formacions, p.143), asegurando que era el nombre dado en 1797. Desprecian que el dígrafo ch era usado por los clásicos: no punchen (Fenollar: Lo procés,.1497); los renacentistas: les punches (Thesaurus, 1575); los manieristas: les mans puncha (Salcedo: Vida de Hier. Simón, 1614); los barrocos: punchá lo dimoni (Carbó, J.: Romanç, 1665); los ilustrados: Repunchó alpí (Cavanilles, 1797); y los actuales: punchar (Dicc. Real Academia Valenciana, 1997).
La violación morfológica es sistemática. Si Cavanilles escribe plantage, los botánicos inmersores dicen que ponía plantatge. Con igual impunidad afirman que dio el nombre de Barrella amb nucs (p. 145), cuando Cavanilles en toda su vida conoció la preposición amb, inexistente en escritores nacidos en el Reino de Valencia. Las voces valencianas son barridas o alteradas por los comisarios idiomáticos: la Campanera de Valencia (Cav. 1797) es transformada en corretjola; la carchofera cart coler (Cav, 1797) en carxofera. La fraulera marioches (Cav. 1797), derivada del étimo latino fragula, que los mozárabes transformaron en fraula, fraulera, fraular, los comisarios de Canal 9 y la Generalidad la sustituyen por las Catalanas maduixa y maduixera.
Los vocablos castellanos fresno y fresneda equivalen a los valencianos fleix, fleixar (Cav. 1797), pero la inmersión introduce los catalanes freixe, freixenet, freixeneda, Los diccionarios de la Generalidad, asesinos del idioma, elevan a cultismo las corrupciones botánicas catalanas y prohiben los vocablos valencianos correctos, transmitidos desde el étimo clásico. Si Cavanilles y los clásicos usan junc, junquer, junquera (lat. juncus), los de la Conselleria de Obras Públicas y los maestros inmersores imponen los barbarismos norteños "jonc, jonqueda, jonquera.
Cavanilles también documentaba en 1797 la sabrosa chirimoya en valenciano, anticipándose al catalán en medio siglo. Hoy se enseña a los niños valencianos la corrupción catalana xirimoía. Curiosamente, el apellido de María Montoya sería Montoia, como consta en algunas publicaciones del Dr. Montoia, experto en Cavanilles. Los depredadores léxicos siguen devorando el idioma valenciano con la generosa ayuda de nuestra invicta Generalidad. No hay un Síndic d´Agravis (no de greuges) que impida a la Generalidad la imposición, por ejemplo, del catalán jonc de gripaus y la prohibición del valenciano "junch de sapos, documentado por Cavanilles en 1797.
Diario de Valencia 22 de abril de 2001