La normalització de correaje, camisa azul y pistolón
Por Ricardo García Moya
Los inmersores, de ser agradecidos, debieran peregrinar cada 18 de Julio al Valle de los Caídos.
¿Motivo? Porque el expansionismo normalitzador fue consorte del franquismo hasta 1960. Más
tarde, oteando la decrepitud del Régimen, guardaron en naftalina la camisa azul, el correaje y, más
de uno, el pistolón.
En 1940 se cantaba mucho el Cara al Sol y se leía poco, pero el Régimen editaba cosas como la
revista de Educación en la que aparecía el retrato de Franco y loas a "la fecha gloriosa del 18 de
Julio". Entre las firmas colaboradoras de probada fidelidad (muy probada) figuraban camisas caquis
y azules, como el general Moscardó, defensor del Alcázar, y doña Pilar Primo de Rivera, jefa de
Falange Femenina; y azules de sangre, como el conde de Casa Dávalos don Martí de Riquer,
biznieto del marqués de Benavente y miembro del Institut dTMEstudis Catalans
.
Mientras el máuser humeaba en cacerías de maquís, la citada revista ensalzaba "la Höhere Schule y
otros centros pedagógicos como las escuelas Adolfo Hitler y la Hauptschule" (R.N. Educ. 1944, p.
65) y anunciaba textos de la Editorial Moll para aprender alemán e italiano, idiomas del Eje. Cerebro
de esta empresa era Francés B. Moll, un miembro del Institut dTMEstudis Catalans
que publicaba
en catalán lo que le placía -como Les Illes dTMOr
- en 1941.
La Falange admiraba el catalanismo del lTMAvenç
, entusiasta del superhome de Nietzsche y de la
bona guerra que justifica tota causa. La raza (?) catalana encajaba en el proyecto de una España
Imperial y políglota como la del siglo XVI. A Franco le gustaba la lengua árabe de su guardia mora,
y existía la posibilidad de que Alemania cediera territorios de habla portuguesa y protectorados
africanos tras la victoria final. Con estos delirios, el falangista Dionisio Ridruejo -jefe de la
propaganda franquista en la ocupación militar de Barcelona- comenzó a organizar "amb lTMajuda
dTMalguns artistes i intel-lectuals catalans, una cultura de signe feixista vehiculada en catalá

"
(Espadaler, A.: História. Barcelona. 1993, p.261). El proyecto de la "unitat de la llengua" iba en el
lote.
Con el heroico pero inocentón general Moscardó como capitán general de Cataluña, bullía la
actividad catalanista: Josep Romeu fundaba en 1946 la Societat Catalana dTMEstudis Histórics;
Miquel Dolç publicaba "El somni encetat" (1943) y "Elegies de guerra", Guillem Colom daba a
conocer sus "Cançons de la terra"; pero a estos colaboradores del Institut dTMEstudis Catalans
les
obsesionaba una idea: extender el normalitzat al Reino de Valencia. Los valencianos -que desde la
Edad Media habían sido soberanos de su idioma- no se enteraron del regate filológico de camisa
azul y correaje. El nosatros y mosatros de Fullana sería suplantado por el nosaltrismo
barcelonés.
La infiltración del catalán comenzó oficialmente en enero de 1951 con el primer número de la llamada
Revista Valenciana de Filología. Editada por la Diputación franquista, fue el Caballo de Troya que
llevaba en su panza y en sus páginas el Institut dTMEstudis Catalans en pleno, incluidos alevines y
simpatizantes: el conde Martí de Riquer, Badía Margarit, Bassol, Aramón i Serra, Turell,
Romeu, Brull, Joan Amades, Pere Bohigas, Casacuberta, Günter Haensch, Gulsoy, Puértolas,
Montoliu, Dolç...

Prototipo de esta revista es la de abril de 1954, días áureos de la Dictadura de garrote y
tentetieso. Contenía un trabajo del falangista Joan Fuster y otro de Joan Amades; al primero ya le
conocen, pero ¿qué autoridad filológica era el tal Amades, para que colaborara en la Revista
Valenciana de Filología? Este señor era un autodidacta catalán que -con las bayonetas todavía en
los máuseres- fue nombrado en 1940 conservador del Museu dTMIndustries i Arts de Monjuic y
responsable de grabados del Arxiu Históric de Barcelona. En 1947 le encargaron el estudio del
folclore catalán, y el peligroso autodidacta comenzó a saquear todo lo que pillaba en el Reino de
Valencia ¡hasta las Fallas! incluyéndolo en el Costumari catalá; cinco ciclópeos tomos en catalán
editados en el franquista año de 1950.
Amades escribe en la citada revista sobre la tradición"catalana de Sant Vicenç Ferrer, de pares
catalans" (RVF, abril 1954, p.187) con el normalitzat barcelonés que ahora enseñan a los niños
valencianos como un triunfo de la cultura democrática: xardosa, amb, nadó, néixer, avui, seva,

missatge, mestratge, mentre, trucar, sortida, a més a més, etc. El movimiento feixista catalán ideado
por Ridruejo introdujo en esta revista las ofensivas denominaciones que hoy utiliza la izquierda:
Principat i país, nostra llengua, Levante (éste último le gustaba mucho al franquista barcelonés
Carlos Sentís).
Cabeza de puente del Institut dTMEstudis Catalans era el joven falangista
Joan Fuster, amigo de lucir
celestes camisas y bélicos correajes. Disciplinado y servicial, acataba militarmente las consignas
ortográficas y políticas emitidas desde Barcelona. Agradecido, el Institut dTMEstudis Catalans mimaba
a Fuster lanzándole requiebros. Así, el turco-catalán Gulsoy (descarado manipulador discípulo de
Corominas) dedica "a lTMamic Joan Fuster" ensayos vergonzosos (RVF, T.VII). El toque germánico
del eje turco-teutón lo daba Günter Haensch, director del DolmetscherInstitut de Munich,
dogmatizando en catalán en la revista editada por el Régimen.
Conclusión: la normalització catalanera se infiltró en el Reino con trompetas y tambores falangistas tras el
Año Triunfal de 1939. Por ello, más que celebrar en 26 de abril, los inmersores debieran desfilar
cantando el Cara al Sol por la explanada del Valle de los Caídos cada 18 de Julio; eso sí,
uniformados como los primeros filólogos normalitzadors: camisola azul, correaje de cuero y pistolón
de verdad.
Las Provincias 6 de abril de 1997