Diario de Valencia 12 de Enero de 2001
Voy a Alfahuir escuchando la COPE. Como es habitual, Luis Herrero insiste en su erosión a la existencia de la Comunidad Valenciana, alegando que él es levantino. Si alguien llama valenciano a un castellonense, monta el cirio ofendido y jaleado por Martín Ferrand, alicantino consorte. Otra joya, Raimon asegura por TV que es catalán de Xátiva. Estos levantino-catalaneros son, respecto al Reino de Valencia, tan dañinos como ciertos individuos respecto a España.
Llego al convento de Alfahuir y compruebo que todavía no es de la Generalidad. No hay ofensivos carteles en catalán, ni han normalizado la fachada (la Generalidad, enloquecida, sustituye la cerámica barroca de los balcones por tercermundistas tablas de madera o chapa oxidada en todo el Reino). En el claustro oigo la voz valenciana vesita e, inconscientemente, recuerdo La vesita de Fernández de Heredia, en el lejano 1530: En Alfahuir; oír sinyor o ascolta con abertura vocálica transporta a la Italia valenciana, donde la dulzura de las lenguas del Lacio y del Reino permitía a Cesar Borja y sus amigos Leonardo y Maquiavelo pronunciar ascolta y ascolta, sinyor o signor, signora o sinyora. De hecho, el infinitivo astodiar (Propaladia, 1517) aparece en los versos valencianos de Naharro, escritos junto al Tíber; y asquena figura en el Liber elegantiarum impreso en Venecia (a. 1489).
Vuelvo a la pesadilla diaria con un mamotreto remitido por la Generalidad a los centros educativos, Documents per a la historia de Vilafamés» (Ed.Generalitat valenciana). Son 700 páginas de mala idea y mezcla de valenciano, castellano y catalán para hacer creer al alumno que en el siglo XIV se utilizaba el amb o el desenvolupar en Vilafamés.
Entramos en materia. En Vilafamés o Castellón jamás hubo levantinos, sólo valencianos. Es decir, al no existir elementos como Luis Herrero o Raimon, nadie se avergonzaba de poseer un idioma valenciano y pertenecer al Reino de Valencia. Analicen lo que se deduce de la biografía de Vitoria Gavalda Zorita, una valenciana nacida en Vinaroz en 1653, que, actualmente, sería motejada de blavera. La mayor parte de su vida discurrió en el palacio del Bayle de Vilafamés -actual Museo de Arte Contemporáneo- por matrimonio con Baltasar Mas, que ejercía tal cargo. Tenía sentido del humor; doña Vitoria, pues del diantre o demonio que se aparecía por las estancias del actual museo, lo que más le horrorizaba eran los trajes espantosos que vestía (p.2 1).
La biografía tendría que leerla Luis Herrero. El autor, con orgullo, recuerda la visita a Roma y la emoción de observar en San Juan Laterano, la lápida donde yacen las cenizas de un valenciano (p.6). Con parecido sentimiento escribe: Murió, señores, en esta Real Villa de Vilafamés doña Vitoria, pero vive su noticia en todo el Reyno de Valencia (p.6). Como podemos comprobar, no existían dudas en 1697 sobre el gentilicio de los nacidos en Vinaroz o Vilafamés, ni tampoco respecto al título del territorio.
Doña Vitoria hablaba la Lengua Valenciana. El biógrafo recuerda que, graciosa, decía estas palabras en nuestro Idioma Valenciano: Haveu vist lo Sant Gloriós quin tal estava ni ya de torbat, pues ya volia pendre el fardet al coll y anarsen ? (p.22). Aquí comprobamos que, hasta los valencianos más septentrionales, eran conscientes de la posesión de la una lengua propia, nuestro idioma valenciano(id.). El biógrafo, culto franciscano conocedor del latín y de la lengua hablada al norte de Tortosa (había vivido en el condado), mantenía el clásico recurso morfosintáctico de agrupar infinitivo y enclíticos, en lugar de la aparatosa solución ideada por los filólogos catalanes del XIX, que daría anarse'n. Los valencianohablantes agrupaban verbo y pronombres, anarsen; según la tradición clásica, anarsen de algun lloch (Esteve: Liber,a. 1489).
La valenciana de Vinaroz usaba la conjunción pues, no doncs. De igual modo en que se introdujeron galicismos e italianismos, este derivado del latín post formaba parte del idioma valenciano desde el 1600. En la transcripción de las frases de Vitoria al lenguaje escrito, encontramos cierta vaguedad en la oración interrogativa. Es decir, al inicio no figura el signo de interrogación, una tosquedad que es ofertada por la inmersión, cual si fuera un triunfo del cientifismo sintáctico, cuando sólo es un regreso al pasado, ya que las lenguas peninsulares padecieron esta carencia hasta el siglo XVIII. Hasta los escritores madrileños coetáneos de Vitoria Gavalda escribían: le preguntó el tal figura: que hay señor amigo? (Santos, Francisco: El no importa de España. Madrid 1668, p.26)
La Lengua Valenciana, para delimitar la unidad melódica, incorporó signos de interrogación al principio y fin, aceptándose esta norma hasta tal punto que, en 1840, la usaban incluso escritores populares como Bonilla: y el president pregunta: ¿tots tenen el dit en alt? (El Mole, 1840, p.l73), y, en el XX, catalaneros como Sanchis Guarner: ¿La collita, bona? (Gramática, p. 139) Los literatos en lengua valenciana, castellana o catalana tampoco regularizaron el signo de admiración al inicio de la frase hasta el siglo XVIII. El citado novelista madrileño escribía: O que gentil figura para un escaparate ! (Santos, F: El no importa. Madrid, 1668 p.26).
Han pasado siglos desde que Vitoria habitara el palacio del Bayle, y todo indica que el espíritu de la elegante burguesa -muerta a los 43 años- no encontrará reposo en el actual Museo de Arte Contemporáneo. La que criticara en vida la inelegancia de los espantosos trajes del diantre observará inquieta los Tapies de sus muros; y la que hablara el gracioso idioma valenciano escuchará bárbaros amb, doncs y desenvolupaments. Puede que hasta el diantre o demonio -normalitzat con curset taranconiano- deambule nocturnamente esbozando pasos de sardana entre sillares centenarios. La noble Vitoria, valenciana de Vinaroz y Vilafamés, orgullosa de su Reino e idioma valenciano, es el polo opuesto del catalán Raimon y el levantino Luis Herrero.