El `fuego amigo´ de Carlos Ros
Ricardo García Moya
Más o menos, “fuego amigo” es el efectuado erróneamente por la artillería sobre sus propias líneas. En la guerra idiomática que los valencianos sufrimos desde hace siglos, Carlos Ros fue quien más empeño puso en defender el idioma valenciano en el siglo XVIll, especialmente ante la acometida del castellano; pero no sospechaba que la “lengua catalana malsonante, grosera, isleña y montaraz” (Ros: Epitome, 1734), ofensiva en su época, fuera la que aplastaría a la valenciana en el 2002. Como estrategia de supervivencia, Ros adoptó una serie de normas para alejarse de la castellanización, especialmente la supresión de voces clásicas valencianas o la alteración de su morfología por ser coincidente con la castellana. A todo ello, Ros incorporó arbitrariamente ciertos catalanismos y galicismos que, con la llegada del fascismo idiomático, se convertirían en “fuego amigo” sobre los valencianos del siglo XXI.
Entre las voces que Ros intentó eliminar figuraban “sombrero” y “sombrerer”, poniendo en su lugar “japeu y japehuer”, galicismos inexistentes en el idioma valenciano (Ros: Corrección de voces, año 1771). Emparentadas con la voz medieval “sombra” -ya usada por Sant Vicent hacia el 1400 (Sermons, II, 230, 4)-, eran tradicionales en el Reino, existiendo el oficio de “sombrerers” en tiempos de Martorell: “sombrerers” (AMV. M. Consells, A.35, any 1453); “sombrerer” (Pou: Thesaurus, 1575) “sombrerer” (Exulve: Praeclarae artis, 1643); “sombrero” (Sala, Roque: Fiestas S. Juan de Mata,1669); “parla de agricultura el sombrerer” (Rosa Trincares, 1734); “si li roda, o no, el sombrero” (Galiana: Rond. 1768); “Sombrerer tampoc li agrada... els sombreros treballant” (La foquerera, 1854). Ros era un anciano en 1771 y fallecería dos años más tarde. La confusión de la senectud o, quizá, el endiosamiento por la gran labor realizada como editor de clásicos y de la Rondalla de Galiana, le llevó al disparate. Otra de las voces que rechaza es la clásica valenciana “monge”, imponiendo la corrupción catalana “monjo”. La vejez le hacía olvidar que él escribía “monje” (con j) en días de plenitud intelectual: “habit no fa al monje (sic), o be, monje, o be canonge” (Ros: Tratat, 1736, pp, 66, 82). Era la forma clásica; p.e., Sant Vicent usa el plural masculino valenciano “els monges” en el 1400, (Sermons, I, 40,16), no el catalán “monjos”.
Más peligro supone el “fuego amigo” de Ros con las normas que adoptó, especialmente la supresión de la ch en valenciano: “Toda articulación castellana de cha, cho, chi la escribirá en valenciano con j, y la de che, chi, con ge” (p.5). Esta arbitrariedad, ideada para distanciarse del castellano, ocasionó una bola de nieve de escritores temerosos de usar la ch, pensando que serían considerados más cultos y genuinos al desterrarla de sus escritos. El mismo Ros pone ejemplos de voces valencianas supuestamente corruptas como “archiver” y “archivar”, que todo valenciano instruido, debería aborrecer y sustituir por “argihuer” y “argihuar” (sic).
El “fuego amigo” hirió a lexicógrafos como Escrig, admirador de Ros; de ahí que recogiera en su diccionario “argiu, argiver y argivar” (Dicv.1871). Otro afectado fue Martí Gadea, que escribe ge en lugar de che y otras barbaridades semejantes. La influencia de Ros está presente en todos ellos, y así lo manifiestan: “Puix desdel notari Carles Ros funs (sic) a huí no ha hagut nengú que haja enaltit més quell el nòstre idioma regional” (Gadea: Tipos, modismes y coses rares y curioses de la terra del Ge, 1908 apendix, p.11). Como era de esperar, esta retahíla de valencianos alcanzados por el “fuego amigo” de Ros, con el rechazo a la ch, son exhibidos por los filólogos colaboracionistas.
Hora es de que nos protejamos del “fuego amigo” y curemos cicatrices. En idioma valenciano sí podemos escribir cha, che chi, cho, chu; pues analizando las voces “archiu, archiver y archivar” -paradigma de execrables según Ros-, comprobamos su error, al ser grafías cultas avaladas por la documentación: “les claus del archiu” (A. Cor. Aragó, reg. 1.140. El rey Martí demana el Valeri, 16 octubre 1399); “archiu sagrat” (Trobes, 1474) “en cremarse la sala y archiu” (Beuter: 1ª part Historia de Valencia, 1538); “dit ofici de archiver” (Archiu Hist. Oriola, Llibre de Prov. 1569, f. 78); “archiu” (AMC. Inv. Sta. María de Castelló, 1604); “posar dins lo Anchiu Real” (Ginart: Rep. dels Furs, 1608); “que no fora archiu” (Mulet: Poesies a Maciana, 1643); “archiver” (Exulve: Praeclarae artis, Valencia 1643); “Vicent Gil, anchiver” (Gil: Relació del Segón Cent. 1655); “archiver de son offici” (Est. de la sissa de la carn, 1659); “Archiu de la ciutat” (Ballester: Ramellet, 1667); “en lo Anchiu del Magnifich” (Fab. de Murs y Valls,1675); “archiver” (ARV: Part. de bateig de Esteban Dolz; Man .L.2, 1701); “ab son archiu” (Esclapes, 1734); “esta obligació archivaren” (Romana festee S.Vicent, 1755); “eixos archius” (Sansano: Sublevació en Jauja, Elig 1896); “archiver” (Fullana: Ort. Val. 1932); “archiu, archivar, archiver” (Dicc. RACV 1997).
El indiscriminado “fuego amigo” de Ros apuntaba a todo lexema o morfema que recordara al castellano, no teniendo en cuenta que las neolatinas peninsulares desarrollaron trayectorias paralelas en muchas familias semánticas. Así, el sustantivo valenciano “inteligencia” tampoco gustaba al anciano Ros, y decide su sustitución por “entrujada”; pero patina el notario, pues creyendo introducir un purismo léxico, nos da un arcaísmo castellano. Lo mismo sucede cuando impone el cambio del cultismo valenciano “melancolich” por el estrambótico “merergich”. Septuagenario confuso, se irrita al escuchar que sus compatriotas dicen “çabeça dalls”, y el viejo notario cree advertir un castellanismo en el lexema “cab” de “cabeça”, por lo que la sustituye por “capsa dalls”, un lamentable gazapo semántico. Ros olvidaba los derivados valencianos del “caput, capitia” latino con sonorización bilabial: cabeçó, cabut, caboteta, cabeç, cabeça, etc. Hay que advertir a los heridos por Ros que todos estos vocablos valencianos ya han sido robados y figuran en el diccionario de IEC.
El anciano Ros tampoco admitía neologismos que la lengua valenciana creaba libremente. El sustantivo “monasteri”, cultismo derivado del latín “monasterium”, estaba generalizado en el Reino hacia 1770; pero Ros lo rechaza y prefiere el arcaísmo “monestir”, corrupción medieval que la catalanización ha vuelto a imponer a los blandos valencianos. Del “fuego amigo” de Ros nos podemos proteger, pero los alumnos de este curso 2002-03 sufrirán el fuego enemigo de la enseñanza en catalán, tanto ideológica como idiomáticamente ¿Gobierna aquí el PP o CIU?
Diario de Valencia 20 de Octubre de 2002