El chocolate valenciano y la xocolata catalana
Por Ricardo García Moya
Como todos los octubres entre destellos luminosos de sapiencia aterrizó en el Reino la cohorte de
arcángeles tutores (Ernest Lluch, Max Cahner, Moll, Hombravella...) para proclamar una vez más lo
progresistas, cienttficos, tolerantes y catalanes que son. En el Palau de Pineda, una alfombra de
incondicionales (Carmen Alborch, Rafael Blasco, Fluixá "Bromera", Pedreño, Cipriano Císcar, etc.)
escucharon embelesados el discurso inmersor y las grandezas barceloninas; entre ellas, la próxima
inauguración del Museu de la Xocolata catalana. Por cierto, los doctores de estas "conversacions
fusterianes" son partidarios de escribir xocolata; y ya saben, tienen aval de todas las universidades del
mundo mundíal.
El nombre de esta tentación diaria procedia de un confuso étimo náhuatl,
adoptándose en las lenguas de Europa con pequeñas variables: cioccolato,
chocolat, çikolata, chocolade, etc. En la valenciana, según el Diccionario de la Real
Academia editado por LAS PROVINCIAS, se Ilama "chocolate"; aunque otro diccionario encargado
por la Generalidad de Lerma a una empresá catalana, sólo ofrece la voz "chocolata" (Lacreu, J.
Vocabulari básic; Genéralitat Velenciana, 1994, p. 121): ¡Vaya dilema! Supongamos que una fábrica de
chocolate de Villajoyosa quiere etiquetar en valenciano su producto, y tiene los dos diccionarios ¿de cuál
se fiará?
En 1997, aunque los diccionarios inmersores lleven membrete de la Generalidad,
deberán ser cautos y no creer que xocolata pertenece a la lengua valenciana; hay motivos para
ello. Antes de 1707 la Generalidad editaba opúsculos llamados "Memorial de les mercaderies que deuen
dret de General en la Ciutat y Regne de Valencia", siendo de gran valor léxico al mostrar cómo se escribía
en idioma valenciano los productos más diversos. En el de 1695 hallamos "carabasat, capuchos, chufes,
chocolate, esclaus pera servisi, camisetes". Es decir, entre frutos y seres humanos conside- rados como
objetos aparece "chocolate", y habría que tenerlo en cuenta, pues la Generalidad valenciana de 1695 era
soberana en el uso del idioma.
Un siglo después, en 1792, Batiste Escoriguela reflexionaba sobre las
diferencias del valenciano con el castellano y catalán: "ni ignore que els catalans pronuncien
Engnasi, pero nosatros no" (BNP. Ms. Escoriguela, 1792), destacando que nosotros decimos
"chocolate" como en castellano, pero "ellos", los catalanes, no: "ells pronuncien xocolata". El escritor,
descendiente de aquella "Magdalena Escoriguela, abuela del Bayle y Aduanero del Grao en 1662", usa un
vocabulario moderno: choguet (no joguina), cigarro (no cigarreta), amparar (no emparar) peregrí, sigle,
atrevixca, ademés, etc. Se consideraba un "aficionat a la llengua valenciana" (f.22), que escribía para los
regnícolas: "¡Qui dirá que asó está escrit no conforme al valenciá, quant als valensians está
unicament dirichit". El escritor recoge la terminación masculina iste, exclusiva de la lengua valenciana:
"talliste, retauliste" (f.11).
A Escoriguela se le erizarían los pelos al comprobar que la Enciclopedia
Catalana modifica Batiste por Baptista y Escoriguela por Escorihuela y, con impunidad asegurada,
difunde que fue "defensor del uso literario del catalán, y escribió numerosas obras en catalán". El Dr.
Martín de Riquer también desliza que Escoriguela publicó "gran nombre de composicions catalanes
signades amb B.E." (Historia de la Literatura catalana, p. 424). Los manuscritos originales ridiculizan
estas manipulaciones, él usaba la lengua valenciana y la consideraba más perfecta que la catalana.
Cuando el General de la Orden de San Francisco visitó el convento de la Puridad en Valencia en 1792, se
representó una obra de Escoriguela donde dos monjas polemizaban sobre las lenguas castellana y
valenciana: "¿Qué dirá, que yo no diga, voste en castellá, y yo en valenciá? Dígam aon habrá
llengua mes noble, mes breu, mes clara y antiga". En consecuencia, los filólogos catalanes debieran
leer sosegadamente los textos valencianos y no confundir con sus manipulaciones a las universidades
foráneas.
Respecto al chocolate, los valencianos bebían de todo, desde agua de endibia al
aceite de lombrices (Calvo, I.: Cirugía. Valencia, 1647), pero el cacao americano les apetecía más. En
versos de 1855 leemos: "La teua chocolatera / sempre estiga a fer disposta / el chocolate a la
posta.(...) Si vols chocolateres" (Boix, V.: Fiestas, 1855, p. 224). Una década después, en la zarzuela
valenciana, "Telémaco", la ninfa Calipso dice: "poseu al foc la chocolatera" (p. 6), avisando otra que "ya
está fet el chocolate" (Liern, R.: "Telémaco",1868, p. 6). Esta golosina generó en el Reino una ceremonia
gastronómica popular: la "chocolatá", vocablo valenciano que recoge de diccionario Alcover con ch, con
acento y sin la "da" castellana y catalana.
Parece, pues, que el Diccionario de la Real Academia editado por LAS
PROVINCIAS no violenta la ortografía al registrar la voz "chocolate"; se limita a respetar la lengua
valenciana avalada por documentos valencianos, no catalanes. Es el caso contrario de los doctores de
"les conversacions fusterianes", que no pueden exhibir fuentes léxicas como el impreso de la Generalidad
de 1695 donde aparezca xocolata. Pero les da igual, pues utilizan la coacción (a los alumnos, al opositor,
al funcionario, al docente) para catalanizar el Reino de Valencia. Ellos seguirán editando diccionarios
falsamente valencianos (con subvención, claro) y entonarán cánticos sobre lo liberales, progresistas y
cultos que son.
Las Provincias 26 de Octubre de 1997