¿Carlos o Carles?
Por Ricardo García Moya
Vaya por delante el recordar que nuestra onomástica se nutrió principalmente de nombres hebreos,
latinos y germánicos,aunque la lengua valenciana creó interesantes variables entre hipocorísticos y
propios: Batiste, Chimo, Sento, Pepiqueta, Amparigües, Nelo, Micalet, Gori, Boro, Gostino, Quelo,
Tofol, etc. Respecto al nórdico Carlos se advierte su transformación en Carles a mediados del XIX,
especialmente entre los escritores que seguían el supuesto "modelo de prestigio" de la renaixença
barcelonesa. Era algo similar a la actual preferencia por las Arantxas o Mireias, debido a que la progresía
valenciana de hipermercado o Premio Planeta bajo el brazo prefiere sustantivos vascos y provenzales. Así
y todo, la variable se reduce a vocalizar con más o menos abertura para obtener Carlos, Carles o -para los
inmersores más aplicados- Carlas. Otro problema seria si nombre o apellido acarreara sambenitos como
el del tenor Miguel Burro Fleta.
Carlos no tuvo éxito. Las "Trovas de mossén Febrer", aunque apócrifas, reflejaban la onomástica del Reino antes
de 1707, y de los 554 caballeros que cita, ni uno se llamaba Caries o Carlos.
El modelo antroponímico medieval podía haber sido Carlomagno, popularizado en cantares de gesta con las
variables Carle, Charles, Karlos, Caroli, Karoll, Carlo, Karolus, etc., pero no gustó a nuestros
antepasados. En el medievo peninsular, sólo la monarquía navarra usó el nórdico nombre y, dado su
galicismo cultural, lo hicieron preferentemente con las grafías Carles y Charles. Incluso en 1613, el libro
de Armería del Reino de Navarra mostraba la de "Charles, señor de Orcoyen" (f. 10, v); aunque en la
"Crónica navarra" de 1186 leemos: "Murió Carle Magne".
El duque de Gandía Carlos de Viana -castellano de Peñafiel que no visitó sus dominios valencianos-
aparece en los dietarios del XV como príncipe Charles de Navarra. Con otra grafía, el emperador Charles
Quint -como escribían sus paisanos de Gante--también figura en las crónicas de la Germanía: "Carlos
era embarcat en la Corunya" (Ms. del notari Miquel, 1519); y en el dietari de Porcar se cita a un tal
Charles (Ms. any 1599, f. 37). No existía uniformidad antroponímica, de ahí que en el Toledo medieval
vivieran un Johannes o un Climent; pero es un hecho que el nombre de Carlos prácticamente no existió
entre los valencianos de los siglos XIII al XVI; salvo en hijos de comerciantes venidos de otros reinos. De
Francia procedía el apellido Carles, ostentado, por ejemplo, por el literato Lanceloto Carles, muerto en
París en 1568.
El santoral carecía de un Carlos que pudiera competir con el evangelista Johan, el apóstol Pedro o el gran
Sant Vicent; y así fue hasta que en 1610 se canonizó al que fuera arzobispo de Milán Carlo Borromeo. Y
en esta ciudad, Milán, arraigó la devoción que influiría en la soldadesca valenciana allí acantonada; sólo
en capitanes, alcanzaba la cifra de cuarenta y cuatro hacia 1630 (Gavalda, F.: Memoria, 1651). Igual que
se filtró el hipocorístico Pepe (Pep, Pepet) del italiano Giuseppe, los valencianos bautizaron a sus hijos
con el nombre de Carlos por devoción al santo "Carlo", y antes de finalizar el XVII ya se hacían juegos
literarios con el sustantivo: "Carlos en anagrama valenciano es Sol Car, caro y amado sol" (Costa, R.:
Oración, 1695, p. 33).
La prueba más evidente de la integración del nombre en el idioma valenciano es el uso del mismo por Carlos Ros
y su círculo de poetas, escritores, historiadores y lingüistas. El ilicitano Esclapés (no Escaples, como figura en la
extraña "Gran Enciclopedia Valenciana") le dirige en 1734 una carta que comienza así: "Ab gran plaer he
vist, amich Carlos". El mismo año, la poetisa Narcisa Torres le dedicaba este elogio: "Ser lloats y
aplaudits mereixen, Carlos, tos desvels". Dos años después, en 1736, la misma autora escribía:
"Mereixes, ó Carlos, de justicia ser de tota Valencia ben lloat".
Recalcitrantes, la "Gran Enciclopedia Valenciana" y la catalana insisten en llamar Carles a quien firmaba
Carlos en lengua valenciana: "De Valencia, carinyós fill, Carlos Ros, notari". En el "Tratat", es él quien
habla: "Los defectes perdona a Carlos Ros, que ho suplica a les plantes humilliat" (p. 118). No perciben el
matiz vocálico; así, en un articulo del "seriós biblióleg Bas" alude a la Rondalla editada por "Carles Ros"
en 1668.
Pues en el ejemplar aludido, con letras enormes, puede leerse "treta a llum per Carlos Ros, notari". El mismo
Lluis Galiana, autor de la Rondalla, escribe una carta "a Carlos Ros, que pot servir a un mateix temps de
dedicatoria y prolech" (p. 5).
Casualmente desciende de una familia de Carlos valencianos, y todavía recuerdo la estampa de San Carlo
Borromeo que pertenecía al bisabuelo Carlos de Llombay. La popularidad del arzobispo de Milán se
extendió por todo el Reino, de ahí que entre los "Tipos de espardenya y sabata" descritos por Marti Gadea
-conocidos suyos de la montaña de Alcoy- cite "a Carlos de Quatretondeta, molt serio", y "els dos
Carlos, germans".
Estos vivían hacia 1860, manteniendo el nombre valenciano cuando en Valencia ya se filtraba el Carles, siguiendo
el "modelo de prestigio" barcelonés.
Resumiendo: los Carlos del Reino proceden del Carlo nacido en el castillo italiano de Arona; no del Charles
Magne que reposa en Aquisgrán y, por supuesto, de ningún Carles de Badalona o Manresa.
Por cierto, antes que la Generalitat catalanizara topónimos, existía la "cova de Carlos" en Barig, y el "Racó de
Carlos" cerca de Balones.
Las Provincias 15 de Noviembre de 1998