Ahora le toca a S. Pedro Pasqual
Por Ricardo García Moya
Lo devoran todo y a todos. Ahora le ha llegado el turno a Pedro Pasqual, prejaimino
pesadilla de filólogos integristas. El ataque lo ha desencadenado una revista religiosa
en un monográfico dedicado a negar la existencia de mozárabes valencianos y el
consiguiente romance autóctono antes de 1238. En tono burlesco, Jaume Riera i
Sans, secretario, del Archivo de la Corona de Aragón, afirma que S.Pedro Pasqual fue
un "invento" del siglo XVII y -desde la pedantería soez- desprecia a los valencianos
que "les falta la luz de la inteligencia y propagan tales disparates históricos" (p.
35).
Pero oculta datos. No dice que en la Biblioteca. de la Universidad de Barcelona -tres paradas
de Metro de su lugar de trabajo- se halla el manuscrito "Sant Pere Pasqual". Disputa del
bisbe de Jaen contra los jueus", fechado en el siglo XV; o que Iván de la
Presentación testifica la existencia en poder del obispo de Tortosa de una copia de "la
Biblia Pequeña, escrita por S. Pedro Pasqual en lengua materna de los
valencianos en 1290" (EI Machabeo. Madrid, 1671, p. 51 ).
Y él sabe que la persistencia del mozarabismo está documentada por textos como el
siguiente: "No sólo en España, pues en la misma Africa, en tiempos de Fernando III y en el de
Juan I, se hallaron en la ciudad de Marruecos, christianos que en la antigua religión de sus
padres vivían (....) y lo mismo se hallaron en la ciudad de Túnez ahora en nuestros días, cuando
el emperador Don Carlos conquistó aquel reyno de Barbarroja" (Garibay, E.: Los cuarenta
libros. Barcelona 1628, p. 325). Es decir, si hacia 1540 sobrevivían en Túnez - crisol de
integrismos islámicos, de donde partían en Guerra Santa contra la península- colectivos
similares a los mozárabes valencianos ¿por qué tuvieron que desaparecer en el Reino?
Si la fuente anterior no convence a los inmersores de la revista, podrían darse una vuelta por
Egipto -subvenciones les sobran- y constatar la presencia de los cristianos del Nilo; o al patriarca
Chenonda celebrando misa en la catedral de EI Cairo. Son reliquia viva del Egipto
preislámico, con tradiciones y ritos que. ni los turcos medievales o el terrorismo
fundamentalista logró destruir. Los mozárabes valencianos que acudían a San Vicent
de la Roqueta no serían tratados con mayor rigor que los egipcios. En 1995, en la
parte antigua de EI Cairo los fieles de la iglesia de EI-Moallah siguen impertérritos con
su calendario juliano y la doctrina del monofisismo.
Fray Diego Aedo pudo observar en Argel, hacia 1600, que "los moros Azuagos y sus mujeres
y sus hijos suelen traer una cruz tallada en la carne, en la mano derecha. Quedóles esta
costumbre desde el tiempo de los vándalos, los quales, para conocer que éran Christianos,
mandaban que todos andasen señalados con la cruz (...) ellos dicen que la traen porque son
descendientes de christianos antiguos" (Aedo, D.: Topographia de Argel. VaIladolid, 1612, f.8).
Estos moros -que en 1600 llevaban con orgullo la cruz-, ocupaban en Argel un barrio de cien
casas.
EI cristianismo pervivió en los territorios controlados por el islam. Otra prueba: en abril de
1510 visitaron Valencia ocho frailes etíopes; venían de Roma "de dar obediencia al Pontífice y
celebraron en el convento de Predicadores de Valencia la Misa Mayor y procesión" (Urreta, L.:
Historia. Valencia, 1610, p. 606). Otro monje negro que visitó el Reino un siglo después
-hospedándose en el Convento de Predicadores- traía documentos en lengua etiópica con detalles
sobre la liturgia y ritos, como "ponerse tres puntos en la frente cuando se bautizaban los etíopes"
(p. 483).
La redacción de la revista, empeñada en catalanizar a los valencianos y aniquilar obstáculos
como San Pedro Pasqual, invita al lector a "degustar amb fruïció" (p.3) su cacería de mozárabes
a cargo de expertos como el citado Jaume Riera i Sans, que -con soberbia- se burla de
los dos cronistas valencianos y sugiere al lector que lea sus obras "si quiere sentir
compasión de su analfabetismo (p. 35). Para Sans, los que se oponen a su tesis son
mentirosos o estúpidos.
Pues lo siento, pero me fío más de las noticias que en 1671 transmitía Baltasar Sapena,
pues ¿cómo iba a falsear que en "la capilla mayor de la iglesia de los Mártires de
Granada, a la parte del Evangelio" aparecía grabado en piedra junto a los nombres de
otros religiosos el de "F. Petri Paschasi.i Valentini Gienensis Episcopi"?; o que en el
"Convento de Religiosos Mercedarios en Xerez de la Frontera" tenían pinturas y
esculturas con la inscripción "Fr. Petrus Paschasius de Valentia" (Sapena, B.: La
cándida flor. Valencia 1671, p. 23) . Son datos silenciados por Riera.
Las Provincias 20 de Diciembre de 1995