Académicos de Buenas Letras
Las Provincias 20 de Noviembre de 1998
Por Ricardo García Moya
Ustedes saben que los europeos ilustrados, para bien del progreso, descubrieron que los africanos de color no
tenían alma; por lo que estaban liberados de tratarles como humanos. Algo parecido nos sucede a
nosotros. Los sabios han dicho a Europa que somos un suburbio de Cataluña, y por mucho que
insistamos nadie escuchará nuestras razones; nos oirán con la displicencia que la nobleza del XVIII
escuchaba al negro azotado. La añeja sangre azul, liberada del trabajo y del respeto a los derechos
humanos, ha sido sustituida por los liberados políticos, regidos por consignas encorsetadas en un
concepto cultural similar al de los cabos chusqueros de Bismarck.
Así, en la revista "Clar i Ras" -que por su contenido podría pertenecer al Institut d'Estudis Catalans, aunque esté
editada por Esquerra Unida- el texto en el barcelonés de los amb, tardor, avui, meva y copsat de marras
enmarca fotos de doña Gloria Marcos y la doctora Morenilla, además de pregonar en portada los "760
años de la unidad de la lengua". No es por ofender, pero ¿no podría EU dedicarse a "salvar" otra cosa que
no fuera la lengua valenciana, o la Ford? Más perlas: la profesora Henriette, en "La aventura de las
lenguas", dice: "Hoy, la lengua catalana se habla cada vez más en el PV, sobre todo en Alicante y en las
otras estaciones balnearias" (?). Esta turista atolondrada -sumisa lectora de Corominas y Coloma Lleal-
defiende toda variedad lingüística por microscópica que sea, desde el dialecto limburgués al córnico de
Cornualles; además del navarro, aragonés, leonés y asturiano; pero del idioma valenciano, nada de
nada. No le merece ni la atención del bable.
Contra esta disolución en el magma del I EC tenemos el reactivo de los documentos. ¿Recuerdan que nos quedamos
sin saber el contenido de los recónditos papeles del doctor Alegret? Dejamos la historia en 1793, cuando los
miembros de la Academia de Buenas Letras de Barcelona escuchaban "la disertación de viva voz" del doctor Alegret
referente al análisis de la carta del valenciano fray Anselmo Dempere, archivero del Puig, en la que preguntaba con
ironía sobre la pronunciación de la voz "liò en valenciano". Alegret se asombraba de que fray Anselmo
"venga a mendigar a Barcelona lo que con tanta facilidad puede encontrar en la opulencia de su
Patria". Intuía -declaraba Alegret- la sorna del fraile de Alcalá de Chivert hacia los "sabios catalanes".
Estos razonamientos en la intimidad de la Academia no se incluyeron en la carta destinada a fray Anselmo. Fue una
lástima, pues revelaban la realidad cultural de Cataluña en el XVIII, al reconocer, escaldados y contestando a la puya
de fray Anselmo, "que se hace injuria a los sabios de Valencia al encargar la resolución de su duda a
uno de los ignorantes de Barcelona". Lo cierto es que los sabios de la Academia de Barcelona tenían
como obra de consulta los "Orígenes de la lengua española" del valenciano Gregorio Mayans, por
acuerdo del 5 de septiembre de 1769. EI episodio era uno más de la lucha idiomática peninsular. Fray
Anselmo, autor de un voluminoso diccionario de la lengua valenciana, conocía los disparates publicados a
mediados del XVIII por el marqués de Lió y otros académicos barceloneses, especialmente la teoría de
que el "castellà, francès, toscà y valencià" procedían del catalán. No se sabe cómo, los académicos
habían descubierto que del "català havien nascut les altres Ilengües romàniques".
Pero la carta de 27 líneas de fray Anselmo tambaleaba este castillo de naipes. Por un lado, tenían que defender la
primacía de la lengua catalana; por otro, al razonar la constestación descubrían que sus maestros eran los valencianos
Gregorio Mayans, Carlos Ros, el jesuita Juan Andrés o el erudito Agustín Sales. Inevitablemente, al tratar sobre ellos,
el doctor Alegret cita la lengua del Reino; por ejemplo, cuando recuerda "la Disertación erudita de don Agustín
Sales, catedrático de la Universidad de Valencia, publicada en 1763, en la que se manifiesta la excelencia del
Idioma Valenciano y su actual estado" (Alegret, A.: Informe sobre el valenciano, año 1793).
EI desconcertado Alegret intentó defender que el catalán era la lengua primigenia, pero él mismo descubre la
endeblez de su teoría al comunicar a los colegas de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, que "si el
idioma valenciano es peculiar de Valencia, mejor que yo decidirán la duda los sabios valencianos
en su propia casa y a la vista de sus bibliotecas". Esta consideración sobre el idioma del Reino no
traspasó los muros de la Academia barcelonesa, pero nosotros sí podemos conocer más detalles. Por
ejemplo, el académico catalán Mariano Sans, al opinar sobre la carta de fray Anselmo alude al "dialecto
español" (sic); y era lógico, pues ellos consideraban el catalán como idioma primigenio del occidente
europeo; por lo que Lope de Vega, Martorell o Jean Racine escribieron sus obras maestras en una
variable del catalán.
Hoy queda para la sonrisa caritativa el sueño de aquellos académicos barceloneses que ambicionaron un imperio
lingüístíco sobre Francia, Italia y España. De la estrafalaria quimera sólo les queda el indefenso Reino de
Valencìa, habitual moneda de cambio y matraz de experimentos para políticos y liberados.